jueves, 21 de noviembre de 2013

La Magia del Cine

Una de las cosas que más sorprende cuando de repente te sumerges en el mundo del cine es que lo que ocurre cuando los actores están delante de las cámara es sólo una ínfima parte de cómo se hace el cine. Sin esa materia prima, si los actores no han conseguido entregarle por un momento su alma a los personajes o si de ese momento sublime no quedan inmortalizados adecuadamente sus gestos y los quiebros de sus voz, no merece la pena ni intentar hacer magia. Faltaría un ingrediente insustituible en la pócima, quizá el más importante. No obstante, si todo lo que tienes es eso, actores interpretando frente a una cámara estática, entonces lo que tienes es una grabación de una escena de teatro. Y eso, como le gusta decir  a Santi, "no mola".

¿Qué planos haces? Es decir, dónde pones la cámara, cómo la mueves, y de qué diversas maneras ruedas cada acción es la primera pregunta (ya nadie rueda, ahora todo es digital, pero la palabra rodar sí mola) . ¿Cuántas tomas haces?, cuántas veces repites el plano para que los actores alcancen el estado buscado, para que el foco transite de uno a otro en el momento exacto dejando al fondo, borroso, al actor que habla mientras nos concentramos en la cara del que escucha, o al revés... (esas son las cosas que cuando sea mayor aprenderé a hacer con mi máquina de hacer cine), pero al final hay un ¡corten!, viene David y te dice que hay que seguir adelante, que se nos va el tiempo que hay estipulado en el Plan de Rodaje y de una forma o de otra los divertidos y emocionantes días de rodaje terminan, tienes un montón de "latas de película" o archivos grabados celosamente en un par (mejor tres) de discos duros por miedo a que la tecnología se cruce en tu camino, pero no tienes nada. Tienes la materia prima, pero faltan muchos ingredientes para que se produzca la magia.
Empiezas con el montaje, seleccionando cada trocito de película, seleccionas en función del plano, de cada plano eliges una u otra toma por interpretación, porque el foco está más ajustado, porque la cisterna del vecino te jodió lo que decía el actor, te fijas en cada reflejo de la luz, cada detalle y empiezas a construir el puzzle. Ordenas los trocitos de una forma y luego de otra. Quieres incluir esta frase, porque el personaje está gracioso o tétrico, tomada de esta toma en particular, pero sus movimientos en el siguiente plano no tienen nada que ver, no hay racor, y por mucho que te guste, por mucho que des vueltas a las piezas del puzzle, te tienes que quedar sin tu toma favorita, porque si la eliges, el público no verá lo mismo que tú, el público verá que de repente el personaje hace algo extraño, que no fluye, algo que lo desconcierta y lo "saca" de la historia, algo que le hace pensar en cómo la historia está hecha, y no en la historia en sí. Y eso, no mola.
Terminas el puzzle y sigue sin funcionar. De una toma a otra el color es ligeramente diferente. Cada fotograma tiene que ser corregido para que la mentira parezca verdad. El volumen de las voces, cada patata frita que cruje en los dientes, cada sonido que produce la tele, todo tiene que estar allí, en la medida justa, o se romperá el difícil equilibrio que exige la magia. Si, como nosotros, te vas al mundo de la fantasía tienes que ocuparte de los efectos especiales, pero a veces lo tienes que hacer de todas formas para arreglar errores de rodaje. Y luego viene el diseño de los títulos, de los créditos o como en nuestro caso la animación que da paso a la serie. No te puedes ni imaginar hasta que lo ves  de cerca lo complejo que es todo esto de hacer cine. Y sin embargo, cuando parece que está todo hecho, sigue sin producirse la magia, el ingrediente fundamental no está ahí.

La magia sólo se produce cuando esa secuencia definitiva de imágenes y sonido que un equipo de decenas o centenas de personas durante meses o años (14 meses y hasta 40 personas en nuestro caso) ha estado haciendo frente a sus ordenadores, en sus mesas de trabajo, en sus furgonetas de aquí para allá, pegados a sus teléfonos, partiendo pizzas, enfocando y enchufando, discutiendo sobre si esto debe ser así o allá, pasa ante tus ojos y se graba en tu retina. De ahí pasa hasta tu mente y la MHC comienza realmente a funcionara. Tú estás viendo lo que un día alguien imaginó. Pero todo eso será como un cohete de fuegos artificiales mojado por la lluvia si esa verdad hecha de mentiras no es capaz de poseerte. Sólo si el cohete consigue arrastrarte en el aire y hacerte ver la luz y el color de la fantasía se habrá producido la magia. Sin ti, no hay magia.

CAPÍTULO 0
(Cortometraje)

CAPÍTULO 1
El Cronófono

CAPÍTULO 2
Cronoterrorismo

CAPÍTULO 3
Los Dados de Einstein

CAPÍTULO 4
Espines

CAPÍTULO 5
Las Croquetas de Schrödinger

CAPÍTULO 6
Realidades Paralelas

CAPÍTULO 7
(05 Enero)