jueves, 24 de octubre de 2013

La máquina de hacer cine

Hacer cine es un juego, o por lo menos lo es para mi.

Cierra los ojos e imagina algo. Algo que nadie, nunca pudiera haber imaginado porque es totalmente tuyo, inventado. Al cabo de uno o dos años, si ponemos en marcha  La Máquina de Hacer Cine, la muy famosa MHC, no sólo tú, sino cualquiera que vea tu película podrá adentrarse en tu mente y ver con sus propios ojos el producto de tu imaginación. Simplemente alucinante.

La MCH es el mejor juguete con el que he jugado jamás, un juguete con el que sólo se puede jugar muy en serio, como si estuvieses haciendo cine de verdad. Lo fundamental de la máquina de hacer cine es que la mayor parte de sus piezas, las realmente importantes e insustituibles son personas. ¿Qué más te puedo decir? Tu mismo te conviertes en una pieza más. Un pistón, por ejemplo, o una válvula de inyección, o un cigüeñal. Digamos que como guionista /director te vas a convertir en el motor de esta máquina, pero ¿de qué sirve un motor girando en vacío? De nada.

Al motor le hará falta, como mínimo, combustible, y eso es el equipo de producción. Le hará falta un buen eje que trasmita tu impulso motor más allá de donde llegan tus manos e incluso tus ideas, o lo que es lo mismo, un rodaje no existe sin un ayudante de dirección y si algo he aprendido en mi experiencia en el cine como actor es que los rodajes se diferencia en buenos o malos dependiendo en gran medida de cómo desarrolla su trabajo el ayudante de dirección, pero tampoco el eje produce movimiento por si solo, le harán falta poleas, cambio de marchas, cojinetes, ruedas, todo el equipo: cámara, sonido, maquillaje…. Todo está listo, pero para que empiece el movimiento hace falta una bujía, una chispa, una fuerza creativa que desencadene todo lo demás, un director de arte, que de forma a tus sueños. Ah, y no lo olvides, todo esto tiene que ser registrado, grabado, y lo va a hacer un maquinita cuando le des al REC, pero esa maquinita necesitará la luz adecuada, la orientación perfecta. Eso es lo que hace tu dire de foto, pilotar la máquina.
La MHC puede estar bien o mal engrasada, puede rodar más o menos suavemente, pero cada una de sus piezas, absolutamente cada una de ellas es fundamental.

Recuerdo el día en que rodamos el primer capítulo. Fue un día tenso. Actuar y dirigir en un proyecto que has escrito y producido, créeme, no es la más sencilla de las cosas que he hecho en la vida. Pero recuerdo al final del día, con todo el mundo rondando incapaz de salir del estudio como si un “Ángel exterminador” hubiese invadido aquel espacio,  y de repente Guille (Guillermo Tena) me muestra los brutos, lo que la cámara había capturado. ¡Joder Qué Fuerte! Faltaban meses para que aquello se convirtiese en uno de los capítulos de PT pero todas la imágenes que luego formaría el episodio Espines estában allí (bueno, casi, un despiste es un despiste). Increíblemente emocionante.

Entonces me di cuenta de que quizá de segunda mano, comprada en un rastrillo, remendada con trozos viejos o desechados, piezas a medio fabricar y retales de aquí y allá el destino me había regalado una MHC superferolítica, una máquina capaz de entrar en mi mente, leer lo que había dentro y hacerlo infinitamente más bonito y más interesante de lo que yo nunca hubiese  podido imaginar. ¿Quién dijo exacto? ¿Quién dijo perfecto? ¿No estábamos jugando?

CAPÍTULO 0
(Cortometraje)

CAPÍTULO 1
El Cronófono

CAPÍTULO 2
Cronoterrorismo

CAPÍTULO 3
Los Dados de Einstein

CAPÍTULO 4
Espines

CAPÍTULO 5
Las Croquetas de Schrödinger

CAPÍTULO 6
Realidades Paralelas

CAPÍTULO 7
(05 Enero)